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ROMANCERO GITANO(FRAGMENTO)

El romance es un poema característico de la tradición literaria española, ibérica e hispanoamericana compuesto usando la combinación métrica homónima. No debe confundirse con el subgénero narrativo de igual denominación.  El romance es un poema característico de la tradición oral, y se populariza en el siglo XV, en que se recogen por primera vez por escrito en romanceros. Los romances son generalmente poemas narrativos, con una gran variedad temática, según el gusto popular del momento y de cada lugar. Los romances se interpretan declamando, cantando o intercalando canto y declamación.

Juan Chabás, el crítico y poeta levantino, escribía en una reseña la siguiente descripción: “Sangre roja y cuajada, heridas de infantil caligrafía, escriben el nombre del libro. En el equilibrio de gracia esbelta, tres negros girasoles de tinta china o de azabache de tirabuzón gitano sostienen el rótulo, húmedos de ternura, en un búcaro popular ue abre u boca de cerámica como una corola rizada de dompedro. Detrás, España roja, también de sangre, con perfil de cresta de gallo más que de piel de toro. En campo de nieve de papel, todo. Debajo, con letras de dibujada y compuesta torpeza, que silabean cada trazo del nombre, la firma del autor: Federico García Lorca. Y una fecha (1924.1927),

y un conocido membrete editorial, de estirpe noble ya”.

Romance de la luna, luna 

A Conchita García Lorca 

La luna vino a la fragua 
con su polisón de nardos. 
El niño la mira, mira. 
El niño la está mirando. 

En el aire conmovido 
mueve la luna sus brazos 
y enseña, lúbrica y pura, 
sus senos de duro estaño. 

Huye luna, luna, luna. 
Si vinieran los gitanos, 
harían con tu corazón 
collares y anillos blancos. 

Niño, déjame que baile. 
Cuando vengan los gitanos, 
te encontrarán sobre el yunque 
con los ojillos cerrados. 

Huye luna, luna, luna, 
que ya siento sus caballos. 

Niño, déjame, no pises 
mi blancor almidonado. 

El jinete se acercaba 
tocando el tambor del llano. 
Dentro de la fragua el niño, 
tiene los ojos cerrados. 

Por el olivar venían, 
bronce y sueño, los gitanos. 
Las cabezas levantadas 
y los ojos entornados. 
Cómo canta la zumaya, 
¡ay, cómo canta en el árbol! 
Por el cielo va la luna 
con un niño de la mano. 

Dentro de la fragua lloran, 
dando gritos, los gitanos. 
El aire la vela, vela. 
El aire la está velando.

Preciosa y el aire. 

A Dámaso Alonso 


Su luna de pergamino 
Preciosa tocando viene, 
por un anfibio sendero 
de cristales y laureles.

El silencio sin estrellas, 
huyendo del sonsonete, 
cae donde el mar bate y canta 
su noche llena de peces.

En los picos de la sierra 
los carabineros duermen 
guardando las blancas torres 
donde viven los ingleses.

Y los gitanos del agua 
levantan por distraerse, 
glorietas de caracolas 
y ramas de pino verde. 

Su luna de pergamino 
Preciosa tocando viene. 
Al verla se ha levantado 
el viento que nunca duerme.

San Cristobalón desnudo, 
lleno de lenguas celestes, 
mira la niña tocando 
una dulce gaita ausente. 

Niña, deja que levante 
tu vestido para verte. 
Abre en mis dedos antiguos 
la rosa azul de tu vientre. 

Preciosa tira el pandero 
y corre sin detenerse. 
El viento-hombrón la persigue 
con una espada caliente. 

Frunce su rumor el mar. 
Los olivos palidecen. 
Cantan las flautas de umbría 
y el liso gong de la nieve. 

¡Preciosa, corre, Preciosa, 
que te coge el viento verde! 
¡Preciosa, corre, Preciosa! 
¡Míralo por dónde viene! 
Sátiro de estrellas bajas 
con sus lenguas relucientes. 

Preciosa, llena de miedo, 
entra en la casa que tiene, 
más arriba de los pinos, 
el cónsul de los ingleses. 

Asustados por los gritos 
tres carabineros vienen, 
sus negras capas ceñidas 
y los gorros en las sienes. 

El inglés da a la gitana 
un vaso de tibia leche, 
y una copa de ginebra 
que Preciosa no se bebe. 

Y mientras cuenta, llorando, 
su aventura a aquella gente, 
en las tejas de pizarra 
el viento, furioso, muerde

Reyerta. 

A Rafael Méndez 

En la mitad del barranco 
las navajas de Albacete, 
bellas de sangre contraria, 
relucen como los peces.

Una dura luz de naipe 
recorta en el agrio verde 
caballos enfurecidos 
y perfiles de jinetes.

En la copa de un olivo 
lloran dos viejas mujeres. 
El toro de la reyerta 
su sube por la paredes. 
Angeles negros traían 
pañuelos y agua de nieve. 
Angeles con grandes alas 
de navajas de Albacete.

Juan Antonio el de Montilla 
rueda muerto la pendiente 
su cuerpo lleno de lirios 
y una granada en las sienes. 
Ahora monta cruz de fuego, 
carretera de la muerte. 

El juez con guardia civil, 
por los olivares viene. 
Sangre resbalada gime 
muda canción de serpiente. 
Señores guardias civiles: 
aquí pasó lo de siempre. 
Han muerto cuatro romanos 
y cinco cartagineses 

La tarde loca de higueras 
y de rumores calientes 
cae desmayada en los muslos 
heridos de los jinetes. 
Y ángeles negros volaban 
por el aire del poniente. 
Angeles de largas trenzas 
y corazones de aceite.

Romance sonámbulo. 

A Gloria Giner y Fernando de los Ríos 


Verde que te quiero verde. 
Verde viento. Verdes ramas. 
El barco sobre la mar 
y el caballo en la montaña. 
Con la sombra en la cintura 
ella sueña en su baranda 
verde carne, pelo verde, 
con ojos de fría plata. 
Verde que te quiero verde. 
Bajo la luna gitana, 
las cosas la están mirando 
y ella no puede mirarlas. 

Verde que te quiero verde. 
Grandes estrellas de escarcha, 
vienen con el pez de sombra 
que abre el camino del alba. 
La higuera frota su viento 
con la lija de sus ramas, 
y el monte, gato garduño, 
eriza sus pitas agrias. 
¿Pero quién vendrá? ¿Y por dónde...? 
Ella sigue en su baranda, 
verde carne, pelo verde, 
soñando en la mar amarga. 

Compadre, quiero cambiar 
mi caballo por su casa, 
mi montura por su espejo, 
mi cuchillo por su manta. 
Compadre, vengo sangrando 
desde los puertos de Cabra.

Si yo pudiera, mocito, 
este trato se cerraba. 
Pero yo ya no soy yo, 
ni mi casa es ya mi casa.

Compadre, quiero morir 
decentemente en mi cama. 
De acero, si puede ser, 
con las sábanas de holanda. 
¿ No veis la herida que tengo 
desde el pecho a la garganta?

Trescientas rosas morenas 
lleva tu pechera blanca. 
Tu sangre rezuma y huele 
alrededor de tu faja. 
Pero yo ya no soy yo. 
Ni mi casa es ya mi casa.

Dejadme subir al menos 
hasta las altas barandas, 
¡Dejadme subir!, dejadme 
hasta las altas barandas. 
Barandales de la luna 
por donde retumba el agua. 

Ya suben los dos compadres 
hacia las altas barandas. 
Dejando un rastro de sangre. 
Dejando un rastro de lágrimas. 
Temblaban en los tejados 
farolillos de hojalata. 
Mil panderos de cristal, 
herían la madrugada. 

Verde que te quiero verde, 
verde viento, verdes ramas. 
Los dos compadres subieron. 
El largo viento dejaba 
en la boca un raro gusto 
de hiel, de menta y de albahaca.

¡Compadre! ¿Dónde está, dime? 
¿Dónde está tu niña amarga?

¡Cuántas veces te esperó! 
¡Cuántas veces te esperara, 
cara fresca, negro pelo, 
en esta verde baranda! 

Sobre el rostro del aljibe, 
se mecía la gitana. 
Verde carne, pelo verde, 
con ojos de fría plata. 
Un carámbano de luna 
la sostiene sobre el agua. 
La noche se puso íntima 
como una pequeña plaza. 
Guardias civiles borrachos 
en la puerta golpeaban.

Verde que te quiero verde. 
Verde viento. Verdes ramas. 
El barco sobre la mar. 
Y el caballo en la montaña.

La casada infiel 

A Lydia Cabrera y a su negrita 

Y que yo me la llevé al río 
creyendo que era mozuela, 
pero tenía marido. 

Fue la noche de Santiago 
y casi por compromiso.

Se apagaron los faroles 
y se encendieron los grillos.

En las últimas esquinas 
toqué sus pechos dormidos, 
y se me abrieron de pronto 
como ramos de jacintos.

El almidón de su enagua 
me sonaba en el oído, 
como una pieza de seda 
rasgada por diez cuchillos.

Sin luz de plata en sus copas 
los árboles han crecido 
y un horizonte de perros 
ladra muy lejos del río. 


Pasadas las zarzamoras, 
los juncos y los espinos, 
bajo su mata de pelo 
hice un hoyo sobre el limo.

Yo me quité la corbata. 
Ella se quitó el vestido. 
Yo el cinturón con revólver. 
Ella sus cuatro corpiños.

Ni nardos ni caracolas 
tienen el cutis tan fino, 
ni los cristales con luna 
relumbran con ese brillo. 
Sus muslos se me escapaban 
como peces sorprendidos, 
la mitad llenos de lumbre, 
la mitad llenos de frío.

Aquella noche corrí 
el mejor de los caminos, 
montado en potra de nácar 
sin bridas y sin estribos.

No quiero decir, por hombre, 
las cosas que ella me dijo. 
La luz del entendimiento 
me hace ser muy comedido.

Sucia de besos y arena 
yo me la llevé del río. 
Con el aire se batían 
las espadas de los lirios.


Me porté como quién soy. 
Como un gitano legítimo. 
La regalé un costurero 
grande, de raso pajizo, 
y no quise enamorarme 
porque teniendo marido 
me dijo que era mozuela 
cuando la llevaba al río.

Romance de la pena negra 

A José Navarro Pardo 


Las piquetas de los gallos 
cavan buscando la aurora, 
cuando por el monte oscuro 
baja Soledad Montoya. 

Cobre amarillo, su carne, 
huele a caballo y a sombra. 
Yunques ahumados sus pechos, 
gimen canciones redondas. 

Soledad, ¿por quién preguntas 
sin compaña y a estas horas?

Pregunte por quien pregunte, 
dime: ¿a ti qué se te importa? 
Vengo a buscar lo que busco, 
mi alegría y mi persona. 

Soledad de mis pesares, 
caballo que se desboca, 
al fin encuentra la mar 
y se lo tragan las olas. 

No me recuerdes el mar, 
que la pena negra, brota 
en las tierras de aceituna 
bajo el rumor de las hojas. 

¡Soledad, qué pena tienes! 
¡Qué pena tan lastimosa! 
Lloras zumo de limón 
agrio de espera y de boca.

¡Qué pena tan grande! Corro 
mi casa como una loca, 
mis dos trenzas por el suelo, 
de la cocina a la alcoba. 
¡Qué pena! Me estoy poniendo 
de azabache carne y ropa. 
¡Ay, mis camisas de hilo! 
¡Ay, mis muslos de amapola!

Soledad: lava tu cuerpo 
con agua de las alondras, 
y deja tu corazón 
en paz, Soledad Montoya. 

Por abajo canta el río: 
volante de cielo y hojas. 
Con flores de calabaza, 
la nueva luz se corona. 
¡Oh pena de los gitanos! 
Pena limpia y siempre sola. 
¡Oh pena de cauce oculto 
y madrugada remota!

Muerto de amor 

A Margarita Manso 

¿Qué es aquello que reluce 
por los altos corredores?

Cierra la puerta, hijo mío; 
acaban de dar las once.

En mis ojos, sin querer, 
relumbraban cuatro faroles.

Será que la gente aquella 
estará fraguando el cobre. 


Ajo de agónica plata 
la luna menguante, pone 
cabelleras amarillas 
a las amarillas torres.

La noche llama temblando 
al cristal de los balcones, 
perseguida por los mil 
perros que no la conocen, 
y un olor de vino y ámbar 
viene de los corredores. 


Brisas de caña mojada 
y rumor de viejas voces 
resonaban por el arco 
roto de la medianoche.

Bueyes y rosas dormían. 
Sólo por los corredores 
las cuatro luces clamaban 
con el furor de San Jorge.

Tristes mujeres del valle 
bajaban su sangre de hombre, 
tranquila de flor cortada 
y amarga de muslo joven.

Viejas mujeres del río 
lloraban al pie del monte 
un minuto intransitable 
de cabelleras y nombres.

Fachadas de cal ponían 
cuadrada y blanca la noche. 
Serafines y gitanos 
tocaban acordeones.

Madre, cuando yo me muera, 
que se enteren los señores. 
Pon telegramas azules 
que vayan del Sur al Norte.

Siete gritos, siete sangres, 
siete adormideras dobles 
quebraron opacas lunas 
en los oscuros salones.

Lleno de manos cortadas 
y coronitas de flores, 
el mar de los juramentos 
resonaba no sé dónde.

Y el cielo daba portazos 
al brusco rumor del bosque, 
mientras clamaban las luces 
en los altos corredores.

Thamar y Amnón 

Para Alfonso García-Valdecasas. 


La luna gira en el cielo 
sobre las sierras sin agua 
mientras el verano siembra 
rumores de tigre y llama. 
Por encima de los techos 
nervios de metal sonaban. 
Aire rizado venía 
con los balidos de lana. 
La sierra se ofrece llena 
de heridas cicatrizadas, 
o estremecida de agudos 
cauterios de luces blancas. 

Thamar estaba soñando 
pájaros en su garganta 
al son de panderos fríos 
y cítaras enlunadas. 
Su desnudo en el alero, 
agudo norte de palma, 
pide copos a su vientre 
y granizo a sus espaldas. 
Thamar estaba cantando 
desnuda por la terraza. 
Alrededor de sus pies, 
cinco palomas heladas. 
Amnón, delgado y concreto, 
en la torre la miraba, 
llenas las ingles de espuma 
y oscilaciones la barba. 
Su desnudo iluminado 
se tendía en la terraza, 
con un rumor entre dientes 
de flecha recién clavada. 
Amnón estaba mirando 
la luna redonda y baja, 
y vio en la luna los pechos 
durísimos de su hermana. 

Amnón a las tres y media 
se tendió sobre la cama. 
Toda la alcoba sufría 
con sus ojos llenos de alas. 
La luz, maciza, sepulta 
pueblos en la arena parda, 
o descubre transitorio 
coral de rosas y dalias. 
Linfa de pozo oprimida 
brota silencio en las jarras. 
En el musgo de los troncos 
la cobra tendida canta. 
Amnón gime por la tela 
fresquísima de la cama. 
Yedra del escalofrío 
cubre su carne quemada. 
Thamar entró silenciosa 
en la alcoba silenciada, 
color de vena y Danubio, 
turbia de huellas lejanas. 
Thamar, bórrame los ojos 
con tu fija madrugada. 
Mis hilos de sangre tejen 
volantes sobre tu falda. 
Déjame tranquila, hermano. 
Son tus besos en mi espalda 
avispas y vientecillos 
en doble enjambre de flautas. 
Thamar, en tus pechos altos 
hay dos peces que me llaman, 
y en las yemas de tus dedos 
rumor de rosa encerrada. 

Los cien caballos del rey 
en el patio relinchaban. 
Sol en cubos resistía 
la delgadez de la parra. 
Ya la coge del cabello, 
ya la camisa le rasga. 
Corales tibios dibujan 
arroyos en rubio mapa. 

¡Oh, qué gritos se sentían 
por encima de las casas! 
Qué espesura de puñales 
y túnicas desgarradas. 
Por las escaleras tristes 
esclavos suben y bajan. 
Émbolos y muslos juegan 
bajo las nubes paradas. 
Alrededor de Thamar 
gritan vírgenes gitanas 
y otras recogen las gotas 
de su flor martirizada. 
Paños blancos enrojecen 
en las alcobas cerradas. 
Rumores de tibia aurora 
pámpanos y peces cambian. 

Violador enfurecido, 
Amnón huye con su jaca. 
Negros le dirigen flechas 
en los muros y atalayas. 
Y cuando los cuatro cascos 
eran cuatro resonancias, 
David con unas tijeras cortó 
las cuerdas del arpa.


Comentarios

Anónimo dijo…
Ahhhh burro demasiado largo eeeeeeehhhh o sea pense k nunca terminaria de leer jejejejejejejeje pero k bonito es todo lo k pones jejejeje x fin termine jejejeje cuidate...
te mando mas besitos jejejeje
tqm
cris

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