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Mostrando las entradas de noviembre, 2013

SOÑETO DE LA GUIRNALDA DE ROSAS

¡ Esa guirnalda! ¡pronto! ¡que me muero! ¡Teje deprisa! ¡canta! ¡gime! ¡canta! que la sombra me enturbia la garganta y otra vez viene y mil la luz de enero. Entre lo que me quieres y te quiero, aire de estrellas y temblor de planta, espesura de anémonas levanta con oscuro gemir un año entero. Goza el fresco paisaje de mi herida, quiebra juncos y arroyos delicados. Bebe en muslo de miel sangre vertida. Pero ¡pronto! Que unidos, enlazados, boca rota de amor y alma mordida, el tiempo nos encuentre destrozados. Federico Garcia Lorca

LLEGADA

Llegada ¡Aquí estamos! La palabra nos viene húmeda de los bosques, y un sol enérgico nos amanece entre las venas. El puño es fuerte y tiene el remo. En el ojo profundo duermen palmeras exorbitantes. El grito se nos sale como una gota de oro virgen. Nuestro pie, duro y ancho, aplasta el polvo en los caminos abandonados y estrechos para nuestras filas. Sabemos dónde nacen las aguas, y las amamos porque empujaron nuestras canoas bajo          los cielos rojos. Nuestro canto es como un músculo bajo la piel del alma, nuestro sencillo canto. Traemos el humo en la mañana, y el fuego sobre la noche, y el cuchillo, como un duro pedazo de luna, apto para las pieles bárbaras; traemos los caimanes en el fango, y el arco que dispara nuestras ansias, y el cinturón del trópico, y el espíritu limpio. Traemos nuestro rasgo al perfil definitivo de América. ¡Eh, compañeros, aquí estamos! La ciudad nos espera con sus palacios, tenues como panales de abejas silvestres; sus calles están secas como los ríos

EL POETA

El poeta Piensas que esto trabajo, esta vida despreocupada Escuchar a la música algo y decirlo tuyo como si nada. Y el ajeno scherzo juguetón meterlo en versos mañosos Jurar que el pobre corazón gime en campos luminosos. Y escucharle al bosque alguna cosa y a los pinos taciturnos ver Mientras la cortina brumosa de niebla se alza por doquier. Tomo lejos o a mi vera, sin sentir culpa a mi turno Un poco de la vida artera y el resto al silencio nocturno. Ana Ajmatova

LOS BOMBEROS

Olegario no sólo fue un as del presentimiento, sino que además siempre estuvo muy orgulloso de su poder. A veces se quedaba absorto por un instante, y luego decía: "Mañana va a llover". Y llovía.  Otras veces se rascaba la nuca y anunciaba: "El martes saldrá el 57 a la cabeza". Y el martes salía el 57 a la cabeza. Entre sus amigos gozaba de una admiración sin límites. Algunos de ellos recuerdan el más famoso de sus aciertos.  Caminaban con él frente a la Universidad, cuando de pronto el aire matutino fue atravesado por el sonido y la furia de los bomberos. Olegario sonrió de modo casi imperceptible, y dijo: "Es posible que mi casa se esté quemando".  Llamaron un taxi y encargaron al chofer que siguiera de cerca a los bomberos. Éstos tomaron por Rivera, y Olegario dijo: "Es casi seguro que mi casa se esté quemando". Los amigos guardaron un respetuoso y afable silencio; tanto lo admiraban. Los bomberos siguieron por Pereyra y la nervio

EL ALQUIMISTA

  EL ALQUIMISTA Lento en el alba un joven que han gastado la larga reflexión y las avaras vigilias considera ensimismado los insomnes braseros y alquitaras. Sabe que el oro, ese Proteo, acecha bajo cualquier azar, como el destino; sabe que está en el polvo del camino, en el arco, en el brazo y en la flecha. En su oscura visión de un ser secreto que se oculta en el astro y en el lodo, late aquel otro sueño de que todo es agua, que vio Tales de Mileto. Otra visión habrá; la de un eterno Dios cuya ubicua faz es cada cosa, que explicará el geométrico Spinoza en un libro más arduo que el Averno… En los vastos confines orientales del azul palidecen los planetas, el alquimista piensa en las secretas leyes que unen planetas y metales. Y mientras cree tocar enardecido el oro aquel que matará la Muerte, Dios, que sabe de alquimia, lo convierte en polvo, en nadie, en nada y en olvido.