SISIFO REY
Una Búsqueda Eterna
En un valle olvidado, donde las montañas se elevaban hacia el cielo como gigantes dormidos, vivía un hombre llamado Sísifo. Fue un rey, en la antigua ciudad de Corinto reinaba, era pues un hombre astuto y ambicioso.
Su sed de poder y riqueza lo llevó por un camino de engaños y crímenes. Un día, mientras viajaba, Sísifo encontró a un viajero inocente, hijo de Autólico. Con una sonrisa hipócrita, lo asesinó y se apoderó de sus pertenencias. Luego, se casó con la viuda del joven, engañándola con promesas de amor y protección.
Pero Sísifo no se detuvo ahí. Robó ganado sagrado de los dioses, desafiando su autoridad y poder. Y para empeorar, reveló secretos divinos, considerados sagrados y prohibidos para los mortales.
Los dioses, cansados de sus atrocidades, decidieron castigarlo. Pero antes, Sísifo recibió una visita de Atenea, diosa de la sabiduría.
-"Sísifo, tu corazón está lleno de piedras", le dijo Atenea. "No hay lugar para la compasión ni la verdad en tu alma. Prepárate para tu castigo."-
Y con esas palabras, Sísifo fue condenado a sufrir eternamente, empujando una roca enorme hacia la cima de una montaña, en un ciclo sin fin. Con sudor y lágrimas, empujó la roca, centímetro a centímetro, hacia arriba.
(Así, el rey Sísifo pagó por sus pecados, recordando para siempre que la justicia divina no tiene límites.)
Al llegar a la cima, la roca rodó de nuevo hacia abajo, arrastrando consigo las esperanzas de Sísifo. Pero él no se detuvo. Volvió a comenzar, una y otra vez, en un ciclo sin fin.
A medida que pasaban los años, Sísifo se convirtió en una sombra de su antiguo yo. Su cuerpo se debilitó, pero su espíritu permaneció indomable. En su mente, una voz susurraba: "¿Por qué? ¿Por qué debo hacer esto?"
Un día, un viajero llegó al valle. Se acercó a Sísifo y le preguntó: "¿Por qué sigues empujando la roca? ¿No ves que es inútil?"
Sísifo se detuvo, miró al viajero y sonrió. "No es la roca lo que importa", dijo. "Es el camino. Es la lucha. Es el propósito que encuentro en cada paso".
El viajero se sorprendió. "¿Propósito? ¿En esta tarea sin fin?"
Sísifo asintió. "Sí. En el proceso, no en el resultado. En la búsqueda, no en la meta".
El viajero se despidió, pero no olvidó las palabras de Sísifo. Regresó a su hogar, reflexionando sobre el significado de la vida. Y encontró que, en su propio camino, había una roca que empujar, un propósito que buscar.
Años después, el viajero regresó al valle. Sísifo seguía empujando la roca, pero ahora sonreía. "¿Ves?", le dijo. "No es un castigo, es una bendición. La búsqueda es eterna, y en ella encontramos la vida".
Y así, Sísifo continuó empujando la roca, un símbolo de la condición humana: buscando sentido en un mundo aparentemente sin sentido, encontrando propósito en el proceso, no en el resultado.
*Fin*
(Nota: Este cuento es una interpretación libre del mito de Sísifo, inspirada en la filosofía existencialista y la búsqueda del propósito humano.)
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