AUSENCIAS
INTRODUCCIÓN.
No sé ni por qué escribo estas letras.
Cuando la tristeza se arremolina en el pecho y se siente una presión dolida y firme, así me siento, con ganas de vomitar toda la tristeza, vomitar mis recuerdos, los sueños y amores, mis dolores... Las malditas angustias y mis miedos... mis muertos y sus cementerios.
Ese sillón vacío me dice que escriba como Galeano: para juntar los pedazos, pero no quiero ser vitrina ni promotorio.
No quiero que vean a este hombre llorar y cortarse, y hacer leña del árbol. Pero recalca: para sacarlo todo... escribe.
Tirado en ese diván, pienso en ti, amigo Lorca. Las lunas, las guitarras y los puñales. Las damas y los olivos, los muertos y sus susurros. Esa Granada. Y sus muslos, sus gitanos y sus cantos. Oh, Federico... Amigo, dame verdes y sangre, que la tragedia del amor tocó a mi puerta. Y la venganza no fue considerada.
Te haré caso, le dije al sillón aquel, cuya voz sentimental y firme me recordó: la flama cuece el barro, el fuego a la forja hierve, la llama al oro purifica.
No lo olvides... No solo es el martillo o el cincel, no solo es la pluma o el pincel, es también el yunque y el papel.
Recuérdalo.
A mis ojos llegaron sus palabras, a mi corazón sus sonidos, mi piel se erizó por la advertencia.
Pero comprendí la enseñanza.
Cuencos y barricas se derramaron antes; ahora todo debe arder. Con música y aguardiente, con guitarras y acordeones, con humo, sal, incienso, tabaco, cordel...
El tiempo ha sido fijado.
Así decía el poema "CUATRO ESTACIONES... TE ESPERARÉ CUATRO ESTACIONES". Después, el olvido; después, la ausencia.
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