ADORAR
Hay una fórmula sublime que resume admirablemente todo lo que deberíamos hacer para escalar a las más altas cumbres de la perfección cristiana. La emplea la Iglesia en el santo sacrificio de la misa y constituye por sí sola uno de sus ritos más augustos: “Por Cristo, con Él y en Él; a ti Dios Padre omnipotente, en la Unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda Gloria, por los siglos de los siglos.”
Esta oración resume la vida cristiana y establece con absoluta claridad que nuestra vida debe ser vivida para la Gloria del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. En este orden de ideas, consagrarse a Jesús.
Sólo a Dios adoramos
«Adorar a Dios es reconocerle como Dios, como Creador y Salvador, Señor y Dueño de todo lo que existe, como Amor infinito y misericordioso. “Adorarás al Señor tu Dios y sólo a él darás culto” (Lc 4,8), dice Jesús citando el Deuteronomio (6,13).» (Catecismo, 2096).
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