SANTA MATILDE DE HACKEBORN

MUJERES EN LA HISTORIA
SANTA MATILDE DE HACKEBORN

En 1248, a los siete años, visitó con su madre a su hermana Gertrudis de Hackeborn (no confundir con Gertrudis de Helfta, también llamada Gertrudis la Grande), monja en el monasterio cisterciense de la localidad de Rodersdorf. Atraída por el ambiente monástico, se quedó en el monasterio, ingresando como educanda. Tres años después, en 1251, Gertrudis es elegida abadesa a la edad de 19 años, gobernando la comunidad hasta 1291. En 1258, debido a la escasez de agua, las monjas se trasladaron al monasterio de Santa María de Helfta. Este nuevo monasterio llegaría a prosperar tanto económica como cultural y espiritualmente

EL LIBRO DE LA GRACIA 
El libro consta de siete partes. En las dos primeras se recogieron las experiencias místicas de Matilde en torno a las fiestas litúrgicas. La tercera y cuarta reunieron las enseñanzas referentes a la salvación del hombre y a las virtudes. La quinta parte está dedicada a las almas de los difuntos. La sexta es una breve biografía de Gertrudis de Hackeborn, hermana de Matilde. La séptima parte describe los últimos días de Matilde y su muerte.

Doctrinalmente, el libro se centra en la vida espiritual monástica: Liturgia de las Horas, Lectio Divina, Eucaristía. En el centro de todo está el Corazón de Jesús, símbolo del amor divino, encontrándose en este libro una de las referencias más antiguas de esta devoción.

Ocupa un papel importante el tema mariológico. Sostiene tres dogmas marianos: La Inmaculada Concepción de María, su maternidad divina, y la concepción virginal de Jesús. Además inauguró la devoción mariana de rezar diariamente tres Avemarías pidiendo la especial protección de María:
«Dios te salve por la omnipotencia del Padre...
Dios te salve por la sabiduría del Hijo...
Dios te salve por la bondad del Espíritu Santo...»
Libro de la Gracia Especial, Libro I cap. XIV
Respecto a las virtudes, se desarrolla la idea de la suplencia de Cristo. Jesús suple con sus méritos y virtudes la insuficiencia del hombre para salvarse:
«Cuando me presento al Padre para alabarle y darle gracias, conviene que supla en mí y por mí de la manera más perfecta, las imperfecciones de todas las criaturas. Mi bondad no puede soportar que lo que un alma desea y por sí misma no puede alcanzar, quede sin realizarse»
Libro de la Gracia Especial, Libro I cap. XVI

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