JUGLARES
Recordaba lo que había escrito su padre, san Bernardo, cuando comparaba a los monjes con los juglares: «¿Quién me concederá ser humillado ante los hombres?
Hermoso ejercicio dar a los hombres un espectáculo ridículo, pero un espectáculo magnífico para los ángeles.
Porque en realidad, ¿qué impresión damos a los que pertenecen al mundo sino la de comediantes, cuando nos ven huir de lo que ellos buscan en este mundo y buscar aquello de lo que huyen, como los juglares y los acróbatas que, con la cabeza boca abajo y pies en el aire, hacen lo contrario de lo que es habitual entre los hombres, caminan con las manos y atraen así hacia ellos la atención de todos?
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