«Os daré pastores según mi corazón» (Jer 3, 15).
Con estas palabras del profeta Jeremías Dios promete a su pueblo no dejarlo nunca privado de pastores que lo congreguen y lo guíen: «Pondré al frente de ellas (o sea, de mis ovejas) Pastores que las apacienten, y nunca más estarán medrosas ni asustadas» (Jer 23, 4).
La Iglesia, Pueblo de Dios, experimenta siempre el cumplimiento de este anuncio profético y, con alegría, da continuamente gracias al Señor. Sabe que Jesucristo mismo es el cumplimiento vivo, supremo y definitivo de la promesa de Dios: «Yo soy el buen Pastor» (Jn 10, 11). Él, «el gran Pastor de las ovejas» (Heb 13, 20), encomienda a los apóstoles y a sus sucesores el ministerio de apacentar la grey de Dios (cf. Jn 21, 15ss.; 1 Pe 5, 2).
Comentarios
tqm
cris
Jesús necesitamos que trabajemos para él.
Vos sois un pastor para mi espectacular.