DIOS, SU PALABRA, EN NUESTRA MISIÓN

Tenemos, pues, la Palabra de Dios que ha sido pronunciada por el Creador e inspirada a aquellas personas que la han vertido en las Sagradas Escrituras y, además, la necesidad de que tales palabras, sílabas y expresiones tengan reflejo en nuestra vida. Tal reflejo, tal «eco» en nuestra vida determina el cumplimiento de una misión que, correspondiéndonos a cada una según nos ilumine el Espíritu Santo, hemos de cumplir.

Lo que, especialmente, nos ha sido encargado (en el mismo bautismo así se nos infunde) es, más que nada, hacer efectivo, primero, en nuestras vidas y después en la relación con los demás, el contenido mismo de la Palabra de Dios. Aunque ella sea amplia y profunda, el sentido de la misma sí que lo podemos entrever. Además tenemos el Magisterio de la Iglesia y la Tradición que, por decirlo castizamente, nos echan una mano en tal intento.

Misión, pues, de transmitir; misión de hacer ver la bondad de la Palabra de Dios; misión de hacer nuestro su sentido; misión de ser, con ella, mejores hijos de Dios; misión de acercar al mundo su doctrina; misión de permanecer unidos a su esencia; misión de ver, siempre, la dicha que contiene; misión...

Y es que, por más que se pueda decir lo contrario, los viejos libros contenidos en las Sagradas Escrituras, son siempre nuevos, como el mundo, cada día, es nuevo con cada amanecer.

Palabra, vida y misión

Ante todo, la Voz de la Palabra divina resuena en la creación, rompiendo el silencio de la nada y originando el universo. Siempre acompañada por el Espíritu Santo, penetra en la historia de la salvación marcada por el pecado, para ofrecer la alianza de la gracia. En un tercer paso, esa Voz desciende para inspirar las Sagradas Escrituras.

Con Jesucristo, se manifiesta el Rostro de la Palabra, que se hizo carne humana en un tiempo y en una cultura determinada. Jesús es el revelador único del Padre, el centro de la historia y la luz y vida que desvela el sentido de las Escrituras. Y sólo con el Espíritu Santo, amor personal de Dios, nos unimos a Jesús y podemos contemplar la luz de la verdad divina, para hacerla vida del mundo. Según el cardenal Ouellet —relator del sínodo—, el encuentro con Cristo se da sobre todo a través de los pobres, los santos, la familia y la comunidad cristiana.

Y así el Espíritu de Dios edifica la Casa de la Palabra, que es la Iglesia. Esta casa está sostenida, según los Hechos de los Apóstoles (2, 42), por cuatro columnas:

  • la enseñanza de la Palabra (por medio de la lectura y escucha de esa Palabra, tal como se nos presenta en la Biblia, en la catequesis, o en la predicación).

  • la fracción del pan (la Eucaristía), fuente y cumbre de la vida y la misión de la Iglesia.

  • las oraciones, partiendo de la liturgia de la Iglesia (celebraciones sacramentales, liturgia de las horas, año litúrgico), la lectura orante de la Escritura («lectio divina») y la contemplación personal de Cristo.

  • la comunión fraterna con todos los que forman la familia de Dios, incluso sin una comunión plena.

Finalmente, los caminos de la Palabra en el mundo, secundando la acción del Espíritu Santo al servicio del amor, sobre todo de los pobres y afligidos. Por esos caminos —que hoy incluyen los medios de comunicación— la Palabra ha de seguir penetrando en las familias y las profesiones, las escuelas, las culturas y las artes, y manifestando su belleza en un mundo ensombrecido por el pecado, pero salvado por la Cruz.

En su primera conferencia, el cardenal Ouellet señalaba que la verdad de la Sagrada Escritura está sobre todo en su «sentido espiritual», es decir, la obra que el Espíritu Santo hace en cada cristiano y en la Iglesia; en términos de Santa Teresita, «la ciencia del amor».

Por su parte, en la homilía con que inauguró el sínodo, Benedicto XVI exhortaba a conocer y vivir la Palabra (leer y meditar la Biblia, contemplar y vivir el Evangelio), y anunciarla con esperanza, alegría y sin componendas, con inteligencia y corazón. Ya comenzadas las sesiones del sínodo, el Papa señaló que la verdadera lectura de la Sagrada Escritura es el movimiento de la existencia cristiana, que se pone en marcha para buscar el horizonte universal de la comunión fraterna. Más adelante animó a una colaboración profunda entre los exégetas y los teólogos, que repercuta en la vida cristiana y en la evangelización. En la misa de clausura insistió en «el vinculo entre la escucha amorosa de la Palabra de Dios y el servicio desinteresado a los hermanos», también para hacer creíble el Evangelio a pesar de las fragilidades humanas.

+++ Sínodo significa caminar juntos. La Palabra de Dios tiene hoy la voz y el rostro, la casa y los caminos de la vida cristiana. Rompe así el silencio de la indiferencia y el relativismo para testimoniar, con los hechos y las palabras de los creyentes, su capacidad transformadora del mundo.

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