LOS MUERTOS
Los muertos Hoy vengo a hablarte, mar, como a mí mismo. Como me hablo cuando estoy a solas, cuando alejado de los tristes días que nos contemplan desde el ojo humano acerco el ascua tenebrosa y sola al principio del ser, a las raíces donde alborea, matinal y oscura la caricia primera de la tierra. A hablarte vengo, mar, como a mí mismo, en esta noche mineral y lúcida mientras la luna, desde arriba, arroja sobre los mundos una luz calcárea y en el bisel del horizonte hiere su duro, lento y solitario hueso. Desde hace siglos sin cesar palpitas tu blando corazón contra las rocas que ante tu orilla, para siempre oyéndote se bañan mansamente o se derrumban fingiendo limos, donde solo existen aristas de ira para tus entrañas. Hoy vengo a hablarte, porque tú, conmigo nacistes y sin cesar crecimos cuando en la rosa del albor primero con vesperal y fabuloso ojo detrás de los helechos acechaba el paso de los corzos y la sangre, empapando la tierra, me llamaba hacia los bosques, como el fuego ard