SAN MARTIN DE PORRES

Martín de Porres Velázquez nació en Lima, Perú, en el año 1579. En esa época, Lima era el corazón del Virreinato, conocida como la "Ciudad de los Reyes," una metrópolis vibrante, pero también con grandes divisiones sociales.

Su nacimiento fue un reflejo de esa Lima compleja. Su padre era un noble español, Juan de Porres, y su madre era una mujer negra libre, Ana Velázquez. Por ser mestizo, Martín tuvo que enfrentar las discriminaciones de la sociedad colonial desde niño.

 Martín creció con el deseo de servir a Dios y a los demás. Entró como simple donado(el nivel más bajo) en el convento de los Dominicos de Nuestra Señora del Rosario en Lima. Aunque la ley de la época le prohibía convertirse en fraile por ser mulato, su devoción era tan grande que fue aceptado.

La geografía de San Martín no fue la de grandes viajes, sino la de los muros del convento y las calles de Lima. Su mundo era la enfermería, el comedor de los pobres y las zonas más humildes de la ciudad, donde repartía medicinas, comida y consuelo.

La obra de San Martín es una lección de que la santidad no está en hacer cosas grandes, sino en hacer las cosas pequeñas con un amor inmenso. Su legado se resume en tres puntos:

Martín es famoso por su humildad radical. Al ser donado, su principal tarea era limpiar el convento, por lo que es representado con una escoba. Él veía su trabajo, por humilde que fuera, como una forma de oración y servicio a Dios. Se dice que hacía el trabajo de muchos hombres y que siempre se ofrecía para las tareas más desagradables.

Era un excelente herbolario y sanador. Atendía a todos en la enfermería del convento, sin importar su origen social o su riqueza. Su fama de sanador creció tanto que acudían a él desde los virreyes hasta los esclavos. Se le atribuyen curaciones milagrosas y una capacidad increíble para saber qué remedio necesitaba cada persona.

Una de las historias más amenas y queridas es su amistad con los animales. Se cuenta que lograba que perros, gatos y ratones comieran del mismo plato sin pelear. Martín veía en todas las criaturas de Dios, incluso en los bichos, una dignidad y una razón para ser cuidados.



San Martín de Porres, a quien el Papa Juan XXIII llamó "el humilde esclavo" y "modelo de una vida modesta", es un gigante por varias razones:

Martín es un símbolo de cómo la fe desafía las barreras raciales y sociales. Su vida demostró que la santidad no entiende de clases ni de colores.

 Representa la enseñanza de que no es necesario ser un predicador famoso para ser santo. Él nos enseña que podemos encontrar a Dios y hacer el bien en la cocina, limpiando un piso, o cuidando a un enfermo. La escoba es su púlpito.

 Es el patrono de los barberos (por su oficio inicial), de la justicia social y un faro de esperanza para los mestizos de todo el continente.

En resumen, San Martín de Porres fue un hombre que, con la única herramienta de su inmensa caridad y su humildad, elevó la vida de todos a su alrededor. Es la prueba de que el amor más grande se encuentra en el servicio más pequeño.

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