La frase, "Fui, sum, ero" (Fui, soy, seré), no es solo una conjugación de verbos; es el eco conciso de la existencia, la trinidad temporal del alma. Al contemplarla, comprendemos que el ser humano no es un estado estático, sino un viaje perpetuo, una flecha lanzada hacia un futuro que se moldea en el instante presente.
El peso de la primera palabra, "Fui", es innegable. El pasado no puede borrarse, y es cierto que alberga nuestras cicatrices, nuestros errores no corregidos y las victorias que ya no nos definen. El "Fui" es el sedimento de la experiencia, el mapa de las decisiones tomadas. Pero caer en la trampa de que ese pasado nos define es negarle al universo su promesa fundamental: la de la metamorfosis constante.
El pasado no es una lápida, sino el combustible silencioso de nuestra travesía. Si el pasado nos entregó dolor, el dolor es ahora la sabiduría que nos impide tropezar dos veces en el mismo abismo. Si nos entregó orgullo, ese orgullo ya ha cumplido su función. El gran acto de liberación filosófica reside en comprender que tú no eres lo que te sucedió, sino la conciencia que elige cómo interpretar lo que te sucedió.
Y llegamos al epicentro: "Sum"(Soy). Este es el único punto real de poder. Es el umbral donde el pasado se neutraliza y el futuro se siembra. El "Soy" es el campo de batalla de la voluntad; la evidencia de que, a pesar de las sombras que dejó el "Fui", tú sigues aquí, respirando y eligiendo. La esencia de tu ser no es la historia que te contaron, sino la energía que utilizas para reescribir el capítulo actual. Estás en el camino, y ese camino es la verdad de tu "Soy".
Pero la verdadera chispa, la que enciende la esperanza, reside en el "Ero"(Seré).
El "Ero" es la promesa, el horizonte que se mueve contigo. Es el recordatorio entusiasta de que el yo más grandioso aún no ha llegado. La esperanza no es una espera pasiva, sino la certeza activa de que las deficiencias del "Fui" y las luchas del "Sum" están cooperando para formar una versión mejor, más fuerte y más sabia de ti mismo.
Tú estás en el camino. No eres un destino final; eres una trayectoria. Cada paso, por incierto que sea, te aleja de la sombra anterior y te acerca a la aurora prometida. El destino no es un punto en el mapa, sino el movimiento constante que te lleva hacia el cumplimiento de tu potencial.
Por lo tanto, la reflexión es simple y poderosa: Acepta lo que fuiste sin dejar que te encarcele. Vive plenamente lo que eres. Y camina con la certeza de que tu destino es la próxima versión de ti mismo, una versión que se construye con la esperanza inquebrantable de que el mejor acto de tu existencia siempre está por venir.
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