CRISTO REY



Solemnidad de Cristo Rey, que cierra el año litúrgico, no es una fiesta decorativa, sino la solemne declaración de la Iglesia ante la historia: que ningún poder terrenal, ley o ideología está por encima de la voluntad de Dios.

La fiesta fue instituida por el Papa Pío XI en 1925 mediante la encíclica Quas Primas. El contexto era crucial:

 El siglo XX nacía bajo el signo del ateísmo de Estado, los nacionalismos extremos (fascismo y comunismo) y la laicización radical. Estos regímenes, en México, en Rusia y en Europa, buscaban expulsar a Cristo y a la Iglesia de la vida pública.

Pío XI entendió que la única forma de contrarrestar la tiranía y el caos moral era recordar la verdad fundamental: Cristo es el Señor de la historia. La Iglesia necesitaba proclamar la realeza social de Cristo.

"¡Oh, qué felicidad nuestra si todos los hombres, individuos, familias y naciones se dejaran gobernar por Cristo!” (Encíclica Quas Primas).- Pío XI

La doctrina enseña que la realeza de Cristo no es política o militar (Él mismo dijo a Pilato: "Mi Reino no es de este mundo" – Juan 18:36), sino que se fundamenta en tres aspectos inmutables:

Cristo es el Creador (Realeza Sustancial). Como afirma el Credo, Él es "por quien todo fue hecho". Si Él creó el universo, entonces es su Soberano absoluto, y ninguna ley humana puede contradecir la ley de su Creador. Él es Señor del tiempo y de la materia.

Cristo es el Redentor(Realeza Salvífica). Él nos adquirió no con oro, sino con Su Sangre en la Cruz. Por lo tanto, tiene un derecho de posesión sobre cada alma.

Cristo es el Jue(Realeza Escatológica). Al final de los tiempos, Él juzgará a todas las naciones. La lectura evangélica propia de esta solemnidad (Mateo 25:31-46) nos recuerda que el criterio de juicio será la caridad: cómo tratamos al "más pequeño de sus hermanos". Su corona está hecha de espinas, pero su trono es la Cruz.

La realeza de Cristo debe ser, ante todo, un reinado en el interior del hombre, una rendición voluntaria del corazón. Los santos lo entendieron como una invitación a la humildad:

San Agustín de Hipona: Aunque no vivió la solemnidad moderna, articuló el principio de la realeza interior: "Nos has hecho para Ti, Señor, y nuestro corazón estará inquieto hasta que encuentre descanso en Ti." La aceptación de Cristo como Rey es el único reposo para el alma.

Santa Teresa de Ávila: La mística española nos invita a imitar la pobreza de nuestro Rey: "Parezcámonos en algo a nuestro Rey, que no tuvo casa, sino en el portal de Belén adonde nació y la cruz adonde murió." La realeza de Cristo es la humildad absoluta.

Anécdota Cristera: El grito más famoso ligado a esta solemnidad proviene de México durante la Guerra Cristera (1926-1929), donde miles de mártires enfrentaron la persecución anticlerical. Ante el fusilamiento, su último y firme desafío fue el grito: "¡Viva Cristo Rey!" Este dicho no era una consigna política, sino una declaración de que su lealtad suprema, incluso sobre el valor de su propia vida, pertenecía a un Rey que no es de este mundo.

La Solemnidad de Cristo Rey es un llamado a entronizarlo en nuestra vida familiar, social y profesional. Es la culminación del año litúrgico y el inicio de la esperanza de Su segunda venida, donde Su reinado se manifestará plenamente.

Comentarios