TODOS LOS SANTOS
Hoy recordamos, pues, que los santos son todas aquellas hijas e hijos de Dios que vivieron la fe, la esperanza y la caridad siguiendo el ejemplo de Jesús, y que practicaron en modo eminente las Bienaventuranzas descritas en el Sermón de la Montaña. (Mt 5, 1-12). Hoy, el Pueblo de Dios se alegra por el triunfo de todos sus hermanos y hermanas que han trabajado, no sin fatiga, y a veces pagando con el precio de la vida, por la construcción del Reino de Dios, es decir, por la edificación de una nueva civilización donde reinen la justicia, la verdad, la fraternidad y la libertad de los hijos de Dios en la concordia y la paz.
TESTIGOS
El altar arde con su luz,
humo que danza al compás suave.
Susurros de llamas al misterioso,
ascendiendo al cielo como claves.
Cielos abiertos, canta la noche,
la gloria desborda el horizonte.
El denso incienso abraza alturas,
respira el alma entre su monte.
Santos vigilan en su calma,
sólo testigos del eterno fuego.
Cirios despiertan sombras calladas,
victoria escrita en el raso cielo.
Veladoras lloran lágrimas lentas,
ríen sus luces, triunfa lo santo.
El incienso siempre fiel asciende,
ofrecido eterno, en su encanto.
SANTOS
Caminan despacio entre voces,
sus pasos llevan mil historias.
Como faros en la tormenta,
iluminan almas dormidas.
Testigos fieles de la Verdad,
sus manos resucitan sueños.
Hermanos de días oscuros,
abren caminos al fuego eterno.
Maestros de la fe sencilla,
sus palabras sanan heridas.
Amigos en tierra extranjera,
sus ojos cantan redención.
El Evangelio en su aliento
es río que nunca se seca.
Multitudes siguen su paso,
sedientas del agua infinita.
MARTIRES
La llama arde sobre el altar,
cicatriz viva que sabe rezar.
Los nombres se pierden en el río,
sus ecos soplan un canto frío.
Ellos cantaron bajo el tormento,
su fe un susurro en el viento.
El cielo guardó su sacrificio,
mártires del silencio propicio.
¿Quién recuerda al santo anónimo?
¿Quién canta al espíritu incógnito?
Sus almas siembran en lo infinito,
testigos fieles, amor bendito.
Iglesia triunfante, brazos abiertos,
los caídos nunca son desiertos.
En sombra y luz su bien florece,
la fe no muere, siempre crece.
Por benevolencia sus vidas dieron,
en cada herida al cielo vieron.
Todos los santos, luz y herencia,
en ellos arde la trascendencia.
Comentarios
Publicar un comentario
Gracias por comentar. Que tengas un excelente día.