THEOFORO
I
En Antioquía, Siria de sol y rumor de cruce, donde el nombre de Cristianos por vez primera vio la luz,
nació un Pastor, un Theóforo,
portador de Dios en su esencia,
Ignacio, cuyo nombre era llama, promesa y ardiente ciencia.
Dicen las voces antiguas que fue el niño humilde y santo
que el Maestro en sus brazos sostuvo, rompiendo todo espanto.
Creció Obispo y columna, heredero del pescador,
tejedor de la Iglesia, baluarte de Fe y Amor.
El Báculo era su cetro, la Unidad su Ley sagrada,
contra el veneno del error, su palabra era espada.
Pero el Cielo exigía una ofrenda sin velo,
que el Fuego del amor se consumiera en el suelo.
II
Mas la Sombra del César se cernió sobre su paz,
y Trajano, voz de Imperio, sentenció el cruel compás.
De Antioquía a Roma, el camino es un calvario,
atado al cuello un destino, y escoltado por el erario.
«Diez leopardos me escoltan, soldados de dura ley,
me arrastran por el mar y la tierra, sin tregua para el Rey.»
Y así, encadenado, forjó su lírica ruta,
dictando al viento cartas de amor, verdad y fruta.
A Éfeso y Magnesia, a Esmirna y a Roma, su voz,
un eco de Evangelio que vencía a la hoz.
No implora el rescate, no busca el perdón vil,
sino que grita a las Iglesias, con un fervor juvenil:
«¡Unidad, hermanos! Sed uno con vuestro Pastor,
**que donde está el Obispo, allí late el Salvador.
No os turben los falsos dioses, ni el canto del error,
vuestra oración sea música, un himno al Hacedor.»
III
Pero es a Roma, la capital de su martirio,
a donde dirige el cántico de su más hondo delirio.
Sus hermanos querían salvarlo, con generosa mano,
Ignacio temía el rescate, quebrar su plan divino.
"¡No impidáis mi destino, no frustréis mi agonía!
¡Vuestra piedad me es estorbo, si me aleja del Día!"
Y en un verso que alienta el corazón más frío,
confiesa la verdad de su más ferviente anhelo:
Soy trigo de Cristo, y por los dientes de las fieras
seré molido, para hacerme Pan de puras sementeras.
El fuego y la cruz, los huesos rotos, el dolor sin par,
¡Dejadlos venir todos, si con ellos puedo a Dios alcanzar!»
Su Amor está Crucificado, no quiere el placer de la carne,
sino unirse al Sacramento que el Padre quiso encarnar.
«Mejor es morir en Cristo que ser rey de los confines, por Él, que por mí ha muerto, yo quiero dar mis fines.»
IV
Llegó a la Arena vasta, la fiesta de la Muerte, donde el rugido bestial dictaba la vil suerte. Entre el clamor pagano, y el hedor de la sangre, el Theóforo se inclina, sin temblor en la lumbre.
Las fieras se lanzaron, el dolor fue el instante,
que abrió la puerta estrecha al Amor Trascendente.
Y su cuerpo, consumido, dejó apenas ceniza, pero su Espíritu alzado, la Victoria eterniza.
Y así, el Fuego de Ignacio se hizo Pan, se hizo Ley, sellando la Unidad de la Iglesia ante el Rey.
Desde el Coliseo, un eco de sus letras resuena:
"Donde está Jesucristo, allí la Iglesia es Católica y plena."
Comentarios
Publicar un comentario
Gracias por comentar. Que tengas un excelente día.