LUNA 13
Muslos murmuran bajo cielos rojos.
Labios lloran memorias de otoños.
Miradas buscan grietas de pasión.
La luna creciente calla secretos.
Bosques arden en un corazón roto,
el viento sopla, lleva el deseo.
Amor late entre hojas caídas,
raíces se aferran al suelo ardido.
Fuego danza en sombras del alma.
Manos tiemblan, ansían entre llamas.
Voces cantan al borde del tiempo,
silban el eco de sueños perdidos.
Otoños revientan en su último grito,
cenizas guardan pactos olvidados.
La luna, testigo de nuestro incendio,
nos nombra un misterio entre las brasas.
LUNA 14
El fuego duerme, pero aún respira,
cenizas guardan su voz primera.
Bajo la luna la carne suspira,
el aire enciende su vieja hoguera.
Sombras se rozan, temblor discreto,
el roce inventa un nuevo lenguaje.
De las cenizas renace el secreto,
y el cuerpo escribe su propio viaje.
LUNA 15
La noche viste su terciopelo negro,
deseo danza en los reflejos rojos,
labios carmesí cantan silencios profundos.
Sus manos son raíces en movimiento,
dedos recorren paisajes de piel tibia.
Entre telas suaves, vestido y corbata,
los ecos del deseo se entrelazan lento.
Tacones altos trazan rutas invisibles.
Los pasos resuenan como viento susurrante,
cristales de luna se quiebran en su pecho.
Mente nublada busca refugio en su cuello.
El perfume de estrellas le arropa en sueños.
La creciente observa el rito del tacto,
sus reflejos prenden antorchas en la piel.
Amor y dermis, un susurro prolongado,
la noche queda suspendida entre estrellas.
LUNA 16
El tacto calla lo que el alma grita,
la noche tiembla bajo el vestido.
La luna observa, feroz y bendita,
su filo crece, temblor contenido.
Entre el perfume se esconde un duelo,
cada suspiro presagia herida.
El placer se alza buscando el cielo,
sin ver la sombra que lo convida.
LUNA 17
La luna crece, filo afilado,
corta el vidrio de la ventana,
la noche respira en muslos rotos,
desgarrados por luchas del fuego.
Ardores tiemblan entre la carne,
el rojo danza como un río,
sangre canta, carmesí y furia,
un tambor que nunca se calla.
La pasión corrompe las estrellas,
golpea la garganta del cielo,
y el aire grita su agonía,
quemando lo que queda intacto.
Todo se derrama, nada se guarda.
El cuerpo es un eco de llamas,
un mar de ardores incesantes,
luz quebrada en su propio límite.
LUNA 18
Ya no hay fuego, sólo su eco,
una llama duerme en la garganta.
La noche, en calma, borra el reflejo,
y el cuerpo olvida, pero no canta.
Ceniza y luna sellan su pacto,
la piel recuerda sin resistencia.
Del fuego queda un leve tacto,
un hilo rojo: pura existencia.
LDLL 🩷
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