Muchas veces sentimos que nuestra vida está marcada por vacíos, búsquedas y heridas que parecen repetirse. En medio de esas rutinas aparece Cristo, no siempre con milagros espectaculares, sino con un diálogo que toca lo más profundo. Así ocurrió con la samaritana: una mujer anónima, con una historia complicada y un corazón sediento, que fue al pozo a buscar agua y encontró a Alguien que la esperaba para devolverle dignidad y mision.
“Una mujer de Samaría fue a sacar agua, y Jesús le dijo: ‘Dame de beber’. La mujer samaritana le dice: ‘¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?’ (…) Jesús le respondió: ‘Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice: “Dame de beber”, tú le pedirías a él, y él te daría agua viva’. (…) La mujer le dice: ‘Señor, dame de esa agua, para que no tenga más sed ni venga aquí a sacarla’. (…) La mujer dejó entonces su cántaro, fue al pueblo y dijo a la gente: ‘Vengan a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho; ¿será este el Mesías?’”. Jn 4,7-14; 28-29
Los judíos le daban vuelta a este país, la discrepancia era porque los samaritanos tenían un monte del templo y los Judíos veían en esto blasfemia. Jesús dice “Tenía que pasar por Samaría” (Jn 4,4). Jesús busca a esta mujer porque en ella quiere abrir un camino nuevo para su pueblo. Ella no lo busca; es Él quien la espera.
cuando se ven Jesús le da un mandato simple: “Dame de beber”. Parte de una necesidad simple y cotidiana para abrir una conversación que conducirá al misterio de la fe.
después Jesús como maestro que es la guía paso a paso: del agua del pozo → al agua viva → a la verdad de su historia → a la adoración en espíritu y verdad.
Le muestra su vida rota (los cinco maridos, la actual relación), pero no para humillarla, sino para abrirle un horizonte nuevo.
la mujer que iba sola al pozo termina regresando al pueblo como testigo: “Vengan a ver".
San Agustín interpreta este relato como el encuentro de la humanidad sedienta con Cristo fuente: “Tenía sed de fe, ella tenía sed de agua. Él le pidió agua, pero quería darle el Espíritu” (Tractatus in Ioannem, XV).
Papa Benedicto XVI (Ángelus, 24 de febrero de 2008): “El agua viva es el Espíritu Santo, don de Cristo resucitado, que nos renueva desde dentro y sacia la sed profunda del corazón humano.”
En clave filosófica, podríamos leer con Gabriel Marcel la idea de la “sed ontológica”: el ser humano está hecho de búsquedas, pero solo una relación trascendente puede colmarlo.
Jesús nos espera en los márgenes: como a la samaritana, nos busca en los lugares de vergüenza o rutina para abrir diálogo y camino de fe.
La pedagogía del diálogo: hoy la evangelización no pasa solo por enseñar, sino por acompañar, escuchar y hablar desde la vulnerabilidad compartida.
La adoración en espíritu y verdad: nos invita a superar fronteras culturales, rituales y sociales, y a vivir una fe auténtica, que nace del corazón. De excluidos a testigos: los que sienten que no tienen voz pueden convertirse en los mejores evangelizadores si dejan que Cristo toque su corazón.
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