LA GRACIA ANTES DEL MANDATO

Gracia Antes del Mandato: 

La narrativa de la mujer sorprendida en adulterio, relatada en el Evangelio de Juan, contiene un detalle que a menudo pasa desapercibido, pero que transforma por completo la manera en que entendemos la relación entre Dios y el ser humano. En el relato, la multitud, armada de piedras y justificaciones legales, exige un castigo ejemplar. Jesús, en cambio, responde con una lógica diferente: desarma la violencia del juicio, confronta a los acusadores con su propia fragilidad, y finalmente se queda a solas con la mujer. Entonces pronuncia dos frases que contienen la esencia del Evangelio: “Tampoco yo te condeno. Vete, y no vuelvas a pecar”.

Lo crucial aquí es la secuencia. No se trata de un perdón condicionado al arrepentimiento previo, ni de una misericordia negociada con promesas de cambio. Primero está la Gracia: el acto libre y generoso de perdonar, de acoger, de restituir dignidad a quien ha sido reducido a un objeto de escarnio público. Solo después viene el Mandato: la invitación a una vida renovada, a dejar atrás el pecado.

[ Jesús primero dice “Tampoco yo te condeno” y luego “Vete y no peques más”. La Iglesia enseña que la gracia de Dios precede siempre a nuestra conversión: “Dios nos amó primero” (1 Jn 4,19). El Catecismo de la Iglesia Católica (CIC 2010) enseña que “la iniciativa pertenece a Dios en el orden de la gracia, porque es Él quien nos atrae a la conversión”.]

Esta secuencia desarma la lógica humana de la religión que suele invertir los términos: “obedece para ser aceptado”, “cumple la norma para ser amado”. Jesús muestra lo contrario: eres amado, y porque eres amado, puedes obedecer. La gracia no es premio por el cumplimiento, sino el punto de partida que hace posible una vida nueva.

En este sentido, la historia de la mujer adúltera no es una excepción, sino un paradigma de cómo Dios actúa. Desde la creación hasta la redención, el movimiento divino siempre comienza con la iniciativa del amor. Israel fue liberado de Egipto antes de recibir la Ley en el Sinaí; los discípulos fueron llamados a seguir a Jesús antes de comprender plenamente quién era Él; Pablo descubrió la gracia en el camino de Damasco cuando todavía era perseguidor. La pedagogía de Dios es constante: primero el don, luego la misión.

[ El Papa Francisco, en Misericordiae Vultus (2015), explica que la misericordia de Dios no anula la exigencia de conversión, sino que la hace posible. Eso mismo muestra tu ensayo: primero se recibe el perdón y luego surge la invitación a vivir en santidad. Benedicto XVI también insistía en que la gracia no es licencia para pecar, sino la fuerza para vivir una vida nueva (cf. Deus Caritas Est). ]

El mensaje de “gracia antes del mandato” tiene implicaciones profundas para la vida personal y comunitaria. A nivel individual, nos recuerda que la transformación no surge del miedo a ser rechazados, sino de la certeza de haber sido aceptados. La misericordia no excusa el pecado, pero lo coloca en un horizonte distinto: no el del castigo, sino el de la posibilidad de cambio real. A nivel comunitario, invita a construir espacios donde el perdón y la hospitalidad precedan a la exigencia, donde se anuncie primero la buena noticia de la aceptación, antes de enumerar los deberes del creyente.

En conclusión, el orden en que Jesús habla a la mujer adúltera no es un detalle narrativo sin importancia, sino la clave hermenéutica del Evangelio. La gracia no es la recompensa del justo, sino el punto de partida del pecador. Solo quien se sabe amado sin condiciones puede recibir el mandato como invitación y no como condena. Así, “gracia antes del mandato” se convierte no solo en una frase, sino en una forma de comprender y vivir la fe cristiana: comenzar siempre desde el amor que precede a todo, que restaura antes de exigir, y que da vida antes de pedir transformación.


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