JEONG (정).

El lenguaje es un espejo de la cultura, y pocas palabras lo demuestran tan elocuentemente como el término coreano Jeong (정). Sin un equivalente directo en español o inglés, Jeong trasciende la mera traducción de "amor" o "afección"; es el tejido emocional profundo que une a los individuos, a las comunidades y, en última instancia, a la nación coreana misma. No es solo un sentimiento; es una filosofía de conexión, una fuerza invisible que moldea las interacciones y define la esencia de las relaciones humanas en Corea.

Para comprender Jeong, debemos desglosarlo en sus componentes más íntimos. Es un sentimiento multifacético que se nutre del tiempo y las experiencias compartidas. Imaginen una raíz que crece lentamente, aferrándose al suelo a través de cada lluvia y cada sequía. Jeong es esa raíz. No surge de un flechazo, sino de la acumulación gradual de momentos, de la superación conjunta de desafíos, de la simple y profunda familiaridad de la convivencia.

Se manifiesta como una sensación de confort, de pertenencia y de seguridad que uno siente en presencia de alguien con quien comparte Jeong.

 Un cuidado sincero por el bienestar del otro, a menudo expresado en actos de servicio o pequeños gestos, más que en grandes declaraciones.

 Un compromiso tácito que va más allá de la amistad convencional, implicando un deber de apoyo y protección, incluso cuando las circunstancias son difíciles.

 La convicción de que uno forma parte de un grupo, una familia, una comunidad, y que esa conexión es fundamental para la propia identidad.

El Jeong es lo que permite que una abuela siga enviando kimchi a su nieto adulto que vive lejos, lo que hace que los compañeros de trabajo que han pasado años juntos se sientan como familia, o lo que impulsa a un vecino a ayudar sin dudarlo en un momento de necesidad. Es un lazo que a veces es tan sutil que solo se percibe cuando está ausente, o cuando la "pérdida de Jeong" (정 떨어지다 - jeong tteoreojida) deja un vacío doloroso.

La influencia del Jeong es ubicua en Corea, permeando desde las esferas más íntimas hasta las estructuras sociales más amplias:

En la Familia: El Jeong es el pegamento que mantiene unida la unidad familiar. Las relaciones de padres a hijos, de hermanos, y entre generaciones, están cimentadas en un Jeong que implica sacrificios mutuos y un apoyo incondicional a lo largo de la vida.

En la Amistad: Las amistades duraderas en Corea se caracterizan por el Jeong. Son relaciones construidas sobre la confianza, la comprensión tácita y la certeza de que el otro estará ahí, incluso sin necesidad de palabras.

En la Comunidad: Históricamente, las aldeas y vecindarios funcionaban bajo un fuerte sentido de Jeong, donde la ayuda mutua y la solidaridad eran la norma, no la excepción. Aunque la urbanización ha atenuado esto, el espíritu de comunidad basado en el Jeong aún perdura.

En el Trabajo: En un contexto laboral que valora la armonía y la jerarquía, el Jeong puede suavizar las dinámicas. Los equipos de trabajo que comparten Jeong desarrollan una camaradería que los hace más eficientes y resistentes al estrés.

La presencia de Jeong se celebra en la cultura popular, en dramas, películas y canciones, donde a menudo es el motor de las tramas, revelando las complejidades y profundidades de las relaciones humanas.

Más allá de ser un sentimiento, Jeong es una forma de entender y vivir las relaciones. Nos enseña que las conexiones más valiosas son aquellas que se cultivan con paciencia, a través de la experiencia compartida, y que generan un sentido de responsabilidad mutua. No se trata de un "amor romántico" apasionado, ni de una "amistad" superficial. Es algo más profundo, más arraigado, una conexión que persiste a pesar de los altibajos, que acepta las imperfecciones y que valora la mera existencia del otro en la propia vida.

En un mundo cada vez más individualista, la noción de Jeong nos invita a reflexionar sobre el valor de los vínculos auténticos, del apego duradero y de esa calidez humana que se construye ladrillo a ladrillo, momento a momento. Es un recordatorio de que somos seres intrínsecamente conectados, y que esa red invisible de afecto es lo que, en última instancia, da verdadero significado y resiliencia a nuestra existencia.

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