MANIFIESTO

Soy Químico Clínico. O, al menos, lo fui Pasé años increíbles midiendo cantidades exactas de polvos, estudiando y equilibrando agares,  y  cultivando en cajas de petri para la microbiología, extrayendo sangre con precisión, examinando desechos con curiosidad, viajando por estados físicos y químicos asombrosos y hasta le tengo poco de respeto al autoclave

Ahora limpio pisos, friego baños ajenos y recojo migajas de vidas que no son la mía. La ironía no escapa a mi mente: antes manipulaba bacterias; ahora, trapos sucios.  Cuando mi esposa se fue -ahora puedo hablar de eso con una pizca de nostalgia y mucha calma—  la ecuación se desbalanceó para siempre. No hubo explosión, solo un silencio denso, como el de un laboratorio después de un experimento fallido. Me quedé mirando las paredes vacías, preguntándome qué variable había omitido. ¿Falta de amor? ¿Rutina? ¿O simplemente el sinsentido de creer que las cosas permanecen?  

Leí, busque, pregunté, me metí en mi mismo, buscando esas respuestas que pudieran explicar, explicarme, entender; fue entonces cuando Camus llegó a mí, como un reactivo inesperado.  

En El mito de Sísifo, Camus escribe: "No hay más que un problema filosófico realmente serio: el suicidio". La frase me golpeó. No porque pensara en morir, sino porque, por primera vez, alguien nombraba la pregunta que yo cargaba en silencio: ¿Para qué seguir?.  

Mi trabajo es absurdo. Limpio, y al día siguiente todo se ensucia otra vez. Es la piedra de Sísifo rodando cuesta abajo. Pero Camus no me dijo que escapara; me enseñó a reírme de la piedra. "Hay que imaginarse a Sísifo feliz", escribió. Y así, empecé a ver mi trapeador no como un castigo, sino como un acto de rebelión: cada barrido es un "a pesar de todo".  

La psicología llama a esto "crecimiento postraumático", el dolor puede deformarte o transformarte. Yo elegí lo segundo. El absurdo ya no era un abismo; era el suelo desde el que saltar.  

Como químico, sé que todo se puede reenlazar y que se pueden formar nuevos compuestos asombrosos. Camus, sin saberlo, me dio la fórmula mágica: "En medio del invierno, aprendí por fin que había en mí un verano invencible". Cómo Hefesto, manipulé mi propio fuego interior y escribí, descargué tanto sobre ese cuaderno como yunque y martillo, y creé nuevas historias emocionantes. Allí está Mi cosmonauta, Allí está la Atadura y el Amor la palabra perdida, la bruma, el rocio y las estrellas.

Las noches eran largas, pero llenas de introspección. Leía El extranjero y me identificaba con Meursault, ese hombre condenado por no llorar en el funeral de su madre, con una comprensión profunda. Yo no lo hice en el de mi padre, pero me dolía más que nada en el mundo, y ahora lo acepto con serenidad. Nadie me juzgó, mi madre lo comprendió, pensé que eran las píldoras psiquiátricas a las que estuve atado por años o solo fue mi estoicidad, pero ahora sé que está bien sentir. Al final mi padre y yo arreglamos todo de hombre a hombre, y eso es un tesoro. Aunque debo reconocer que de vez en cuando lloro, en mi soledad, en la casa que habito y que él construyó, pero son lágrimas de sanación. Y  Camus me absolvió: la autenticidad no es un delito, es una virtud!

La filosofía estoica (Marco Aurelio, Epicteto) y el logoterapia de Viktor Frankl se mezclaron con el absurdo en mi mente: si no puedo cambiar los hechos, cambio mi significado. Mis manos, que antes titubeaban al limpiar el piso de un instituto indiferente, ahora lo hacen con ironía deliberada. "Este es mi reino", pienso. "Y cada mancha borrada es un pequeño sabotaje al caos".  

Además de trapear pisos, escribo. Tengo este blog desde hace años, un rincón digital donde derramo palabras como si fueran ácidos diluidos, capaces de corroer la pena sin quemar del todo el papel. Al principio era solo catarsis. Intentos, versos sueltos e historias. Pero con el tiempo, las letras se volvieron mi primer oficio, más honesto que la química y menos agotador que el trapeador.  

Camus escribió: "Crear es vivir dos veces". Yo no soy filósofo, pero en mis posts —esa mezcla de diario, manifiesto y mala poesía— encuentro una fórmula distinta: escribir es limpiar con tinta. Es desinfectar la realidad,  Cada texto es un trapeazo sobre las manchas que la vida deja en el alma. Por allí leí que la psicología llama a esto "externalización narrativa": convertir el dolor en relato para robarle poder.  Y lo hize, hablé y hable y hable tanto que derrame tinta sobre los cuadernos y letras en este blog.

Ahora  digo ser poeta. No de los grandes, claro, sino de esos que riman "absurdo" con "muro" y "Camus" con "Berluz" ( Así se llama el laboratorio donde trabajaba). Porque la poesía, como el trabajo de auxiliar de limpieza es un acto de resistencia: ordenar el caos en versos, aunque nadie los lea. Mis poemas son cubetas  que vacío y vuelvo a llenar.  Y como el gran F. Pesos escribió : 


El poeta es un fingidor.

Finge tan completamente

Que hasta finge que es dolor

El dolor que de veras siente.


Y quienes leen lo que escribe,

Sienten, en el dolor leído,

No los dos que el poeta vive

Sino aquél que no han tenido.


Y así va por su camino,

Distrayendo a la razón,

Ese tren sin real destino

Que se llama corazón.


No soy feliz todo el tiempo, pero soy libre y eso es increíble. Camus no me dio respuestas definitivas; me dio armas valiosas: el humor negro, la terquedad, la lucidez. Ahora, cuando paso el trapeador, a veces sonrío con sinceridad. No porque haya encontrado el sentido absoluto, sino porque creé uno propio con mis propias manos: vivir es mi forma de decir "no" al vacío con pasión y propósito.

Al final, no se trata de encontrar una respuesta definitiva, sino de aprender a bailar con las preguntas con gracia y curiosidad. Camus tenía razón: el mundo no nos debe un sentido predeterminado, pero nosotros podemos inventar uno mientras barremos los pasillos vacíos o escribimos un verso torpe a las tres de la mañana con alegría y creatividad.

He dejado de buscar culpables y de culparme a mí mismo. Mi exesposa no era un error en el cálculo, sino una variable que ya no pertenece a mi ecuación, y eso está bien. El abandono no me define; lo que define es lo que hago con él, mi resiliencia y mi capacidad de adaptación. Y he decidido transformarlo, como un químico que convierte un residuo tóxico en algo nuevo, menos dañino, quizá incluso útil y hermoso, Cómo Hefesto, creando una nueva coraza, herramienta o arma con mis experiencias, como poeta, tejiendo prosas y rimas que formen puentes y enriquezcan el mundo con mi voz.

Mi blog no es solo terapia, es mi bitácora de viaje emocionante, mi mapa de supervivencia inspirador, mi Biografia auténtica! Así lo dijo Octavio Paz, y es verdad. Mis poemas, aunque imperfectos, son pequeñas victorias contra el silencio, ¡celebraciones de mi existencia! Y mi trabajo, aunque humilde, es un recordatorio diario de que incluso lo repetitivo puede tener dignidad y belleza, si lo miramos con los ojos correctos

No soy un sabio, ni un héroe, ni mucho menos un Santo, pero soy suficiente. Solo un tipo que lee con voracidad, escribe con pasión, vive con intensidad y resuena con el mundo, barre pisos con dedicación y a veces, encuentra belleza en el desorden con asombro. Pero eso basta, es más que suficiente. El absurdo ya no es mi enemigo; es mi compañero de viaje, mi aliado en esta aventura llamada vida. Y aunque la piedra de Sísifo siga rodando, ahora sé que el esfuerzo en sí mismo puede ser una forma de alegría y plenitud, ¡una danza con el destino!

Así que sigo adelante con determinación, Limpiando, Escribiendo con libertad, intentando ser mejor cada día, sin la obsesión de ser perfecto, abrazando mi imperfección con amor. Porque la felicidad, al final, no es un destino inalcanzable, sino el modo en que caminamos con valentía, incluso cuando el camino no lleva a ninguna parte específica, sino a la aventura de ser nosotros mismos.  Y eso, aunque suene raro, es más que suficiente, es un regalo. Al final, Sigo aquí, fuerte y resiliente.  Barriendo mis escombros con esperanza, escribiendo versos con pasión, riéndome del vacío con humor y contra todo pronóstico, a veces, solo algunas veces... hasta soy feliz...



Comentarios