Después de hablar del amor como el roble, el enamoramiento como el huracán, la limerencia como la cárcel dorada y la obsesión como la celda fría. La tarde se inclinaba al ocaso, y las sombras se alargaban en mi estudio. El alma del poeta, a veces, es un reflejo de esas luces y sombras. La limerencia, con su velo de ilusión, me llevó a pensar en otras formas en que el corazón se extravía.
Mientras que la limerencia y la obsesión son impulsos hacia el otro, la codependencia es una dinámica en la que la identidad y el bienestar de una persona se enredan excesivamente en la otra. Aquí, el amor (o lo que se cree que es amor) se convierte en una necesidad vital del otro para definirnos a nosotros mismos.
La vid que asfixia, no es amor,
es sombra densa, miedo atroz.
Mi pulso atado a tu vaivén,
tu grito es ley, mi único bien.
Mi aire eres, mi sol, mi prisión,
codependencia, sin razón.
Esto nos muestra que incluso en nombre del "amor", podemos perdernos. Es cuando tu felicidad depende de la aprobación del otro, cuando sus problemas se convierten en los tuyos hasta el punto de descuidarte, o cuando tu valor propio está atado a lo que haces por la otra persona. No es un roble, es una enredadera que asfixia a ambos. Nos recuerda la importancia de tener una base sólida en uno mismo, de tener un "yo" completo antes de intentar fusionarse con otro. El amor sano es la unión de dos seres completos, no la búsqueda de completitud en el otro.
Me busco en ti, me pierdo en nada,
tu voz me eleva, tu voz me degrada.
Mis sueños mueren, tu sombra crece,
esta agonía que no fenece.
Así te amo, así me hundo,
en este amor tan moribundo
Si la limerencia es una obsesión intensa, la erotomanía es un paso más allá, hacia el delirio. Es un trastorno mental en el que una persona tiene la creencia delirante y firme de que otra persona, a menudo de mayor estatus o inaccesible (una celebridad, un superior, alguien a quien apenas conoce), está secretamente enamorada de ella. Y lo cree con total convicción, a pesar de todas las pruebas en contra.
Una estrella me mira al pasar,
su amor secreto sé que es mío.
Inventa gestos, señales que no son,
un mundo irreal, sin sol.
¿Es el romance? Un sueño roto.
Locura en el alma, sin dote.
Aquí, la persona no busca reciprocidad en el sentido de una relación. La "reciprocidad" ya es un hecho en su mente. Interpretan cada gesto casual (una mirada, un movimiento) como una señal secreta de amor de la otra persona. Inventan razones para el comportamiento "evasivo" del objeto de su delirio (por ejemplo, "me evita para protegernos de los paparazzi"). No hay conexión con la realidad. La erotomanía es la fantasía de la limerencia, llevada a su extremo más doloroso y, a menudo, perturbador, donde la frontera con la realidad se ha desdibujado por completo.
A veces, la obsesión no es por alguien, sino por la naturaleza de la relación misma. Esto es lo que algunos llaman TOC-R o "TOC de amores". No es amor, ni enamoramiento, ni limerencia. Es una duda torturante y constante.
¿Lo amo? ¿Me ama en verdad?
¿Es el correcto? ¿Esta es mi paz?
Un grito interno que no se calla,
mi mente, un juez que no falla.
¿Es el destino? Un laberinto.
Prisión de dudas, sin instinto.
La persona con TOC-R se obsesiona con preguntas sobre su relación, sus sentimientos hacia su pareja, o los sentimientos de su pareja hacia ellos. Estas son obsesiones: pensamientos intrusivos y angustiosos. Y para aliviarlos, realizan compulsiones mentales o conductuales: revisar constantemente sus sentimientos, buscar "pruebas" del amor de la pareja, comparar su relación con otras, pedir reaseguro constante. Es una prisión mental de la duda que sabotea la relación desde adentro. El "amor" se convierte en una serie de preguntas sin respuesta, un tormento constante.
Ya tocamos un poco la codependencia, pero la dependencia emocional es la raíz de muchas de estas trampas del corazón. Es cuando la autoestima, la felicidad y el bienestar de una persona están excesivamente atados a la presencia, la aprobación o el afecto de otra persona.
Sin ti, ¿quién soy? ¿Qué haré?
Mi aire eres, no sé qué seré.
Un cordón umbilical que aprieta,
mi alma, en tu mirada, se sujeta.
¿Es la unión? ¿Un lazo fuerte?
O una agonía que se vierte.
Aquí, el amor se convierte en una necesidad vital insana. No es un acto de dar libremente, sino de tomar para llenar un vacío interno. La persona dependiente busca constantemente la atención y la validación del otro, teme el abandono de manera desproporcionada y a menudo permite que la otra persona controle o defina su vida. El amor se convierte en una transacción de necesidades no satisfechas, no en un encuentro de almas plenas.
El estudio se sumió en la oscuridad. Y emergió el concepto más oscuro, el más doloroso, y tristemente, a menudo se confunde con el "amor intenso". Un vínculo traumático ocurre cuando hay ciclos de abuso intermitente (emocional, físico, psicológico) seguidos por periodos de arrepentimiento, afecto y promesas. La persona que sufre el abuso se siente atraída y "enganchada" a su abusador debido a la liberación de químicos cerebrales (como la oxitocina) durante los momentos de "reconciliación", lo que crea una adicción a la dinámica.
Un golpe helado, un cielo gris,
luego el abrazo, el dulce bis.
La herida sangra, duele el alma,
tu arrepentimiento trae la calma.
El ciclo eterno, cruel espiral,
vínculo roto, trauma fatal
El trauma o el golpe nos advierte que no todo lo que se siente "intenso" o "inescapable" es amor. Nos enseña a reconocer las señales de peligro: el control, la manipulación, los ciclos de abuso y disculpa. Es un recordatorio doloroso de que el amor genuino nunca debe doler consistentemente, nunca debe desempoderar, nunca debe justificar el maltrato. Es una luz de alerta que nos grita: "Esto no es amor, es una trampa. Huye."
Mas una chispa, tenue luz,
grita que el alma soporta la cruz.
Romper el nudo, soltar la sed,
salir del laberinto, por mi red.
No es amor lo que ata sin piedad,
es miedo, herida, fatalidad
Las velas, que había encendido sin darme cuenta, parpadeaban. Cuántos rostros tiene el amor, cuántas sombras proyecta, cuántos disfraces usa el sufrimiento. No solo el roble, el huracán o la cárcel dorada. Mi pluma, ahora más liviana, trazó las últimas líneas:
Que el poeta, al fin, al ver la noche,
distinga el brillo del derroche.
Que el amor sea faro, no prisión,
la entrega, no la posesión.
Que el corazón, al fin sereno,
navegue el mar, mas no el veneno.
Y que la luz que tanto ansiamos,
sea la verdad, y nos amemos.
*Codependencia
*Síndrome de De Clérambault
* Trastorno Obsesivo-Compulsivo Relacional
* Dependencia Emocional
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