Un Testimonio de Misericordia y Redención
El 25 de marzo, junto con la solemnidad de la Anunciación del Señor, la Iglesia también conmemora a San Dimas, conocido como el Buen Ladrón, quien, crucificado junto a Jesús, recibió la promesa de salvación: "Hoy estarás conmigo en el Paraíso" (Lc 23:43). Su historia es un poderoso recordatorio de que la misericordia de Dios puede alcanzar al pecador hasta el último momento, si hay arrepentimiento y fe.
Mientras Jesús era crucificado entre dos malhechores (Lc 23:32-43), uno de ellos—tradicionalmente llamado Dimas—reconoció su culpa pero también la inocencia de Cristo, diciendo:
"Nosotros justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros delitos; mas éste ningún mal hizo" (Lc 23:41).
Luego, con humildad y fe, suplicó:"Jesús, acuérdate de mí cuando vengas en tu reino" (Lc 23:42). La respuesta del Salvador fue inmediata y llena de gracia: "En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el Paraíso"
(Lc 23:43).
Este diálogo es el único caso en los Evangelios donde Jesús concede explícitamente la salvación a alguien en el momento de su muerte, mostrando que la redención no depende de obras previas, sino de un corazón contrito.
Los Padres de la Iglesia vieron en Dimas un símbolo de la misericordia divina que triunfa sobre el pecado. San Agustín (s. V) reflexionó:
"El ladrón fue salvado en el mismo momento en que todos lo daban por perdido; la cruz fue para él no un suplicio, sino un bautismo" (Sermón 13)
San Juan Crisóstomo (s. IV) destacó la rapidez de su conversión:
"No tuvo tiempo de confesar sus pecados, ni de hacer penitencia, ni de corregir su vida, pero bastó una palabra de fe para alcanzar el perdón" (Homilías sobre la Cruz y el Ladrón).
Aunque la Biblia no menciona su nombre, la tradición lo llama Dimas (del griego Dysmas, "el que muere bien"), mientras que al otro ladrón se le conoce como Gestas (del griego Gistas, "hombre violento").
San Anselmo de Canterbury (s. XI) lo llamó "el primer santo canonizado por Cristo mismo", pues fue el primero en entrar al Paraíso con Él.
La historia de San Dimas enseña que:
Nunca es tarde para convertirse. Dios escucha el grito del corazón arrepentido. La fe salva. Aunque no tuvo obras, su confianza en Cristo lo justificó. La misericordia divina es más grande que el pecado. Como dijo el Papa Francisco: "Dios nunca se cansa de perdonar; somos nosotros quienes nos cansamos de pedir perdón" (Misericordiae Vultus, 3).
San Dimas, el "buen ladrón", es un faro de esperanza para todos los que dudan del perdón de Dios. Su vida nos recuerda que, incluso en la hora más oscura, un acto de fe puede transformar la condena en salvación. Que su ejemplo nos impulse a confiar siempre en la misericordia de Cristo, quien promete:
"No he venido a llamar a justos, sino a pecadores"* (Mc 2:17).
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