EROS "El vértigo que nombramos a media por la pluma de quien ha ardido y temblado...
La palabra Eros (Ἔρως) llegó al español como un fantasma del griego antiguo. Su raíz, erān (ἐρᾶν), significa "desear con hambre de infinito", pero también "faltar", como si el amor fuera una herida que pide ser llenada. Eros no es solo pasión: es el dios alado que derriba reinos con una mirada, el fuego que Platón llamó "hijo de Poros (Recurso) y Penía (Pobreza)" en El Banquete. Un amor que es a la vez abundancia y carencia.
En español, decimos "deseo" (del latín desiderium: anhelo de lo perdido), "pasión"(del verbo patior: sufrir), o "enamoramiento" (encadenarse a un hechizo). Pero ninguna captura la paradoja completa de Eros: el éxtasis que ilumina y quema. Como escribió Cortázar: «El amor es una ética, un código secreto que inventamos y violamos constantemente».
El Eros es ese "Arrebato" que llena las manos y el cerebro, este el árabe rabbat (atar fuerte). Es el Eros que secuestra la razón. Santa Teresa lo vivió: «El alma no vive donde ama, sino donde arde»
Es "Encaramarse": Metaforiza el acto de trepar hacia el amado, como en los versos de Cernuda: «Quise levantar muros de luz en torno mío / [...] / Y tú, como la luna, viniste a derribarlos»*.
En la "Lujuria" (del latín luxuria: exceso). Es Eros sin alas, el deseo que olvida el alma. Neruda lo temió: «Es tan corto el amor, y tan largo el olvido».
Es ese "Amorío":Término coloquial que juega con amor y vía, como un camino efímero. Tiene la ligereza que Eros a veces pierde.
El español no tiene una palabra exacta para Eros porque el deseo genuino resiste las jaulas del lenguaje. Por eso, recurrimos a imágenes:
"Tener mariposas en el estómago" (esa vibración que anticipa el beso).
"Me vuelves loco"(Eros como demencia divina, según Eurípides).
"Tener química" (alquimia de piel y miradas, como en los versos de Aleixandre: «Cuerpo feliz que fluye entre mis manos / [...] / Rostro amado donde contemplo el mundo»
El Eros es el amor que desestabiliza y el español, lengua de conquistadores y místicos, prefirió nombrar lo estable: matrimonio, hogar, compromiso. Hasta el término amante carga con culpa.
Octavio Paz lo denunció en La llama doble: «El amor nace del deseo, pero no todo deseo llega a ser amor».
Sin embargo, en lo que falta, hay libertad: inventamos modos de decir Eros sin nombrarlo. Como Lorca, que escribió "verde que te quiero verde", o Sabina, que cantó "19 días y 500 noches".
¿Acaso no es mejor que no exista una palabra? Eros es el misterio que nos obliga a crear. Como dijo Borges: «El verbo amar es como el mar / [...] / Una línea de espuma lo delimita / Pero en el fondo es uno y es desierto».
En español, Eros se escribe con besos robados, suspiros ahogados en canciones de bolero, y las cartas que nunca se envían. Es el dios que, como escribió Kavafis, "llega de noche, cuando el cuerpo recuerda que es mortal".
¿No es esa ausencia lingüística la que nos hace poetas?
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